Córdoba.Lejana y sola. Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento, jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba. ¡Ay qué camino tan largo! ¡Ay mi jaca valerosa!¡Ay
que la muerte me espera,antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
El viento acaricia su bello cabello, dibujando
volutas bajo el sombrero, y las gaviotas cacatúan su llegada.
Cruza el mar, el barco de la Reina de los
mares, sobre los abismos que esconden las aguas, navega, la mujer pirata, y
subiéndose al Puente ordena desplegar las velas.
Al ver un galeón, un galeón español, desenfunda
la espada, y el hierro luce al sol como una profunda letanía, en su mirada, en
sus ojos azules, guarda el eterno rencor, y la furia que se desata al ver al
timonel.
Ordena cargar los cañones, llenarlos de
pólvora, para que se oiga el rugido de los piratas.
Y se pasea por el Puente de la nave de madera,
con su loro subido al hombro, que repite las consignas, de colores, que
resuenan a lo largo y ancho de la nao.
Mi mujer pirata, mi capitana, con el sombrero
calado y la falda muy corta alza la espada, desafiando al cielo, y grita fuego.
El trueno, desde el azul de la noche, responde
al unísono.
Como una centella que rasga el silencio y
traspasa el tiempo.
Y ya con el cuchillo empapado en sangre y su loro
fosforita aleteando al oído, después de la batalla se vuelve a decir las viejas
palabras...
Que mis ejércitos sean las rocas, y los
árboles, y los pájaros del cielo...
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