Como
un libertino pobre que besa y come el pecho torturado de una antigua ramera,
robamos al pasar un placer clandestino que exprimimos con fuerza cual a vieja
naranja...
De
las vidas que van al mar, de los ríos que conducen a la muerte, de la luz del sol
que marchita lentamente la piel, haciendo surcos en la carne, arando cicatrices
va la vieja y blanca calavera arrostrando todo a su paso, anegando los campos,
marchando al ritmo que marcan sus tambores de hiel.
En
las polvorientas llanuras de América, en las inmensas planicies que desafían al
cielo con sus tormentas, se encontraban las viejas palabras escondidas, allá en
la guarida del lobo, entre los huevos de las serpientes de cascabel.
Resuena
el maligno sonajero, una y otra vez, al compás que marcan los tamborileros del
esqueleto, al unísono con las flautas de los granaderos del Rey Jorge,
atronando, retumbando contra los muros de Kansas City. Y vienen los cuatro
jinetes, la Peste, la Guerra, el Hambre y la Muerte, para acabar por derrumbar
las murallas de la civilización.
Es
tan bella la ruina, tan profunda...
Y en
el cieno chapoteamos, embadurnados de barro, que se adhiere a las pestañas y a
las uñas de las manos, tratando de pintar de negro el corazón.
Respiramos
por los poros, palpitando a cada minuto... Escribir en España no es llorar, es
beber, es beber la rabia del que no se resigna a morir en las esquinas, es
beber y maldecir, blasfemar contra España, contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses...
El
Hada Verde, con su sonajero de cascabel, pinta de rojo tus venas, del color del
vino, busca tu perdición, te empuja a la soledad, al hastío y a la desolación,
para en ese frío yermo poder arrebatarte el alma.
Antiguos
y crueles desiertos recorren a lo largo del tiempo los poetas malditos, para
encontrar el significado de las palabras en los cubiles de las serpientes de
cascabel.
En
los bolsillos de la chalina, tan solo dos monedas, para pagar al barquero...
Yo
soy como ese rey de aquel país lluvioso,rico, pero impotente, joven, aunque
achacoso, que, despreciando halagos de sus cien concejales, con sus perros se
aburre y demás animales.
Nada
puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón, ni su pueblo muriéndose enfrente del
balcón.
La
grotesca balada del bufón favorito no distrae la frente de este enfermo
maldito;
en
cripta se convierte su lecho blasonado,y las damas, que a cada príncipe hallan
de agrado,
no
saben ya encontrar qué vestido indiscreto logrará una sonrisa del joven
esqueleto.
el
sabio que le acuña el oro no ha podido extirpar de su ser el humor corrompido,
y en
los baños de sangre que hacían los Romanos, que a menudo recuerdan los viejos
soberanos,
reavivar
tal cadáver él tampoco ha sabido pues tiene en vez de sangre, verde agua del
Olvido.
A
través de los páramos del tiempo, va el tejedor de palabras, el urdidor de
sueños, entregando la vida mientras el veneno de la serpiente fluye bajo su
piel, marchitando su rostro, carcomiendo su carne, alimentando a la víbora con
su miel...
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