Soñaba con pasear por las orillas del río a tu lado, escuchando las aguas fluyendo hacia la inmensidad del mar y tus pequeños pies deslizándose silenciosamente sobre los adoquines de piedra que jalonan todos los caminos.
Las risas de los niños y los libreros con sus viejas boinas y sus bigotes raídos por el tiempo.
El viento, antiguo y sabio, sí, va el viento acariciando tu cabello, tu divina melena.
De rodillas está Eolo, desde el Olimpo soplando su melodía feliz.
Con gran delicadeza, vienen sus límpidos y cristalinos aires, que se reflejan con la luz del Sol sobre las aguas que esconden los secretos de la vida.
París entero anhela tu sonrisa, tu suave y linda sonrisa.
París entero se para, y suenan las campanas del Sagrado Corazón para celebrar los destellos del nácar que escondes bajo tus labios de carne.
Y en el campo de Marte, a los pies de la Torre de Hierro, los últimos joyeros del siglo perdido tallan en alabastro las joyas que adornarán tu rostro.
Para llenarlo de luz.
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