viernes, 10 de junio de 2016

Vetusta

Recuerdo ir caminando por las calles empedradas, mientras el agua se deslizaba entre las ranuras, gota gota escapándose de la mirada del mundo.

Y lentamente, con el rostro envuelto por el manto de la noche, y de la bruma blanca que se pasea por tus viejas calles, ir caminando entre palabras, con la libreta guardada en el bolsillo pequeño de la trenca, pensando en algo que pudiese llamar tu atención.

En silencio, que se rompía cada vez que las campanas de la catedral chascaban los dedos, caminaba yo por el centro de Oviedo soñando con algún búho que me diese las buenas noches.

A lo largo del tiempo, las mismas calles que pisó Don Leopoldo, y Don Ramón. Como en la Salamanca de Don Miguel, la vetusta de nuestro Rector, para contar una historia, para expresar lo que se siente, para inmortalizar la libertad.

Bajo el paraguas pasea Ana Ozores, acompañada de su confesor, entre las nubes que pintan las calles de azul, se escuchan los pasos de sus botines al rasgar la noche de Asturias.

Y ahí va Don Ramón, embutido también en el chaquetón, cavilando consignas modernistas, sin perder el aliento, con los ojos muy abiertos, tratando de detener el tiempo.

El antiguo anhelo, escondido bajo la capa del viento, volar más allá, para no padecer todo eso que no nos regaló el adviento.

Voy caminando por tus calles empedradas, bañadas por el sol, llenas de gente, y de sonrisas, de los recuerdos de hombres ilustres, flotando entre palabras, palabras redondas, como tus nubes, como globos aeroestáticos que suben hacia el infinito, resquebrajando el miedo.

En tus calles empedradas, pintadas por la luna, no todo está perdido para España, antigua Vetusta, bajo el sol en Oviedo.

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