viernes, 17 de febrero de 2017

Ferrara

Entre las nebulosas brumas que el Po,
esa arteria,
que desde los Apeninos,
lleva,
regala al mar Adriático,
todas las lágrimas de las mamás de Italia,
desde los Apeninos,
perdida entre nieblas,
se encuentra una vieja ciudad amurallada.

Sus muros,
sus piedras,
sus antiguos baluartes,
me hablaban,
y al escuchar,
sentía las espadas chocar,
a los soldados,
a los soldados,
luchar.

Como hombres a los que hiela el espanto.

En España fue mi natura,
en Italia mi ventura,
y en Flandes...

La princesa de Este,
se pasea,
majestuosa por encima de las alfombras
de su castillo de piedra,
Y desde las almenas,
contempla
las miradas de este mundo de mierda.

Ludovico Ariosto,
ese gran poeta,
me susurra versos al oído,

y Girolamo Savonarola,
clama a Dios,
pidiendo venganza, por nuestros pecados,
El Mundo,
La Carne,
El Demonio.

Buonaventura se pasea por las callejuelas,
entre el hielo,
entre el hielo y el frío.
Y yo me río.

¿Por qué?
¿Por qué los domingos por el fútbol me abandonas?
Me decía Francesca...
¿No te gustan mis pasteles?

Tengo que seguir viajando,
¡Spagnolo mio!
Hasta el fin,
Hasta el fin,
allá donde se escuchan esas voces,
para saber,
para sentir,
con las manos ateridas en esta bicicleta,
de qué esta hecho
ese terror que recorre la noche.

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