sábado, 22 de abril de 2017

Canción de otoño en primavera

Decía,
escribiendo
desde Nicaragua,
aquellos versos
que fluyen entre las aguas...
y por más,
que no te quitases
esas enaguas,
llevo en mi corazón,
en mi corazón sin saya,
la cicatriz
de tus ojos,
de esos pestañeos
que avivan las llamas.

Y solo por la calle,
voy,
solo y tarde,
por ese camino empedrado,
por donde se escuchan,
como un eco lejano,
los latidos de mis entrañas.

En mis manos,
En mis manos,
habitan las telarañas.

Pero al verte,
ya sueño
en el mar de Mármara.

Allí,
donde los ojos
pueden ver,
lo que el moro,
quiso y no pudo tener.

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

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